Cuaresma en tiempos de epidemia
Debemos tener mucha confianza. Dios nunca nos deja y se nos hace presente en todas las circunstancias de la vida, por duras y oscuras que nos puedan parecer: "Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan" (Sal 23,4). Él sabrá sacar bien de este mal, y quiere que luchemos contra el mal, con el bien. Pidamos que remita la epidemia y que pronto nos podamos rehacer sanitaria y económicamente. Mientras tanto, estemos pendientes de los más vulnerables y mirando de superar estos momentos de angustia y de dolor, con coraje y esperanza. Debemos vivir de la oración y de la esperanza, y ofrecerlas a todos, como un testimonio de amor. Amemos con esperanza y encontremos el apoyo en la oración.
Este es el mensaje que el Santo Padre Francisco desde el inicio de esta epidemia, nos ha recomendado: que oremos confiadamente a la Virgen María. Hagámoslo también nosotros. Cada día reza esta oración:
“Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.”