Al servicio de nuestro pueblo

5. Llamada a vivir y practicar el Evangelio de la esperanza

 

 

[20] Anunciar, celebrar, servir y vivir concretamente el Evangelio de la esperanza es el programa fundamental que propuso Juan Pablo II en la exhortación apostólica postsinodal La Iglesia en Europa, con la que daba una respuesta a una sociedad europea en peligro de arrinconar y menospreciar su herencia cristiana46 y Benedicto XVI nos ha dado una bella guía sobre la grandeza de la esperanza cristiana en su carta encíclica Spe salvi.47 El documento episcopal Raíces cristianas de Cataluña y el más reciente, firmado también por los obispos de Cataluña en febrero de 2007, Creer en el Evangelio y anunciarlo con nuevo ardor, ya hacían un llamamiento a la evangelización de Cataluña con su realidad histórica, cultural y nacional, y a la reactivación de la fe en la sociedad y la cultura actuales. Con esto los obispos de Cataluña querían ofrecer el mejor y más positivo servicio que la fe da al mundo secular. Los cristianos, en todos los ámbitos de este mundo, estamos llamados a vivir y proclamar el Evangelio de la esperanza. Las resoluciones y el mensaje de nuestro Concilio Provincial Tarraconense, celebrado en el año 1995, son puntos de referencia seguros y luminosos, también hoy, para poner en práctica concretamente esta nuestra labor de anunciar a Cristo a todos los hombres y mujeres.48
En momentos de crisis económica, moral y política muy preocupantes, necesitamos anunciar la esperanza. Esto significa que uno de los espacios donde más urgentemente es necesario que los cristianos vivan, testimonien y practiquen el Evangelio de la esperanza es el de la política y de las instituciones responsables de la elaboración de las leyes reguladoras de nuestra vida social y económica. Nuestra llamada se dirige muy especialmente a los laicos y laicas cristianas que, como presencia de la Iglesia en el mundo secular, tienen el deber y el derecho de participar en la vida pública según los criterios éticos que emanan de su fe y con el espíritu que la Iglesia señala para momentos de grandes cambios sociales y políticos, al inicio de un nuevo milenio.49
Igualmente vemos necesario el compromiso laical en el doble reto de la inculturación del Evangelio y de la evangelización de la cultura actual, así como en la labor de formar la conciencia social según los criterios de la Doctrina Social de la Iglesia. Es precisamente en este campo de la realidad social y económica donde hoy los cristianos hemos de aportar la riqueza de la doctrina evangélica y nuestro compromiso de los cristianos y la voz profética de la Iglesia en Cataluña en favor de los más débiles y necesitados de la sociedad no faltará.
Precisamente recordando las raíces cristianas de Cataluña y los frutos que ya han dado, nos lo ha reclamado el Santo Padre Benedicto XVI en su reciente visita a la Obra Benèfico Social del Nen Déu de manera muy emotiva, escuchando y haciéndose muy cercano a los niños y jóvenes discapacitados: «En estos momentos, en los que muchos hogares pasan serias dificultades económicas, los discípulos de Cristo hemos de multiplicar los gestos concretos de solidaridad efectiva y constante, manifestando así que la caridad es el distintivo de nuestra condición cristiana (...) "Todo lo que hicisteis a uno de éstos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40). En esta tierra, estas palabras de Cristo han impulsado a muchos hijos de la Iglesia a dedicar sus vidas a la enseñanza, la beneficencia o el cuidado de los enfermos y discapacitados. Inspirados en su ejemplo, os pido que continuéis socorriendo a los más pequeños y necesitados, dándoles lo mejor de vosotros mismos.»50