Respetar los derechos de los refugiados y emigrantes
Reivindicar el derecho de asilo, fomentar la acogida y generar actitudes solidarias hacia los refugiados que escapan de la violencia, es un deber insoslayable por parte de los países europeos, y los cristianos encontramos una concreción insoslayable del amor y la compasión que Jesús reclama de sus amigos. Nos lo han recordado recientemente las organizaciones católicas que integran en España la red "Migrantes con Derechos" -caritas, CONFER, Justicia y Paz, y la Comisión Episcopal de Migraciones de la CEE- que denunciaron la falta de iniciativa de muchos gobiernos para las personas rescatadas a bordo de los barcos de socorro (como por ejemplo "Open Arms") pudieran ser auxiliadas y dirigidas a puerto seguro, para luego ser acogidas en países europeos que al final los terminan necesitando, ya que Europa envejece rápidamente y peligrosamente.
Estas organizaciones, en su Comunicado "Migrantes con Derechos", valoraban que gracias a la labor de estos abanderados del mar, miles de emigrantes y refugiados pueden ser atendidos, acompañados y reconocidos en su dignidad y sus derechos. "Cada vida cuenta -decían-, cada ser humano es insustituible y es un proyecto de futuro. Es una cuestión de humanidad que ni una sola de estas vidas se vea truncada. Es también un deber ético de la Unión Europea y de sus Estados miembros arbitrar respuestas eficaces y respetuosas con los derechos humanos ante estas situaciones. La falta de respuesta supone un incumplimiento flagrante de los Acuerdos internacionales y una gravísima responsabilidad por omisión, ante las muertes que se puedan llegar a producir en el presente y en el futuro". E instaban a los poderes públicos a arbitrar una solución a las situaciones de grave desamparo que se están viviendo en el Mediterráneo y a liderar el coraje político necesario para conceder la protección urgente que necesitan.
El Papa Francisco en su mensaje para la próxima Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, que se celebrará el 29 de septiembre, recuerda que "la respuesta al desafío planteado por las migraciones contemporáneas se puede resumir en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar, que expresan la misión de la Iglesia en relación a todos los habitantes de las periferias existenciales". Inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, debemos avanzar en la construcción de la paz, derrotando la indiferencia.