Principado de Andorra

Evangelizadas seguramente desde la vecina sede episcopal de Urgell, floreciente bajo el gobierno de San Just, ya en la primera mitad del siglo VI, Los Valles de Andorra son explícitamente mencionados en el acta de consagración de la nueva catedral del 839, entre los territorios comprendidos dentro de los límites geográficos de la diócesis. Además de la jurisdicción eclesiástica, los prelados de la Seu ejercían también, desde hace prácticamente un milenio, una autoridad de orden temporal, la cual tiene su origen en la trasferencia, a favor de ellos y de su Iglesia, de los bienes y derechos heredados que los Condes de Urgell poseían en aquella parte del condado.

 

Las propiedades cedidas por el Conde Borrell, en el 988, al obispo Sal·la, a cambio de las que el Obispado tenía en las comarcas de la Cerdanya y en el Berguedà, y la renuncia de Ermengol VI en el año 1113, en manos del obispo Pere Berenguer, de los derechos alodiales y señoriales que le pertenecían a Los Valles del Valira desde el monasterio de San Sadurní de Tavèrnoles hacia arriba, representan los dos momentos culminantes del progresivo abandono del territorio andorrano en poder de la mitra y de su traspaso del dominio condal a la señoría episcopal. Esta fue compartida por los obispos Urgelences, a partir del siglo XI, con el Conde de Caboet, en calidad de feudatarios, y después, en idénticas condiciones, con sus sucesores los vizcondes de Castellbó (1.186) y los condes de Foix (1.226).

 

Los tratados (pareatges) del 1.278 y 1.288, concertados entre el obispo Pere d’Urtx y Roger Bernat III de Foix, aumentaron sustancialmente las atribuciones y prerrogativas de dichos Condes y convirtieron de hecho el feudo andorrano en un condominio indiviso y solidario. Los derechos de la Casa de Foix, incorporados finalmente a la corona de Francia, pasaron, a título personal, al presidente de la Republica Francesa.